En esta ocasión te comparto el testimonio de una mujer maravillosa, la hermana Ana Yvelisse, misionera consagrada de Puerto Rico, quien hace unos días me compartió una carta que me llenó el corazón y le pedí de favor compartirlo con ustedes. Espero abran los ojos de su corazón para sentir e imaginar en su piel estas palabras:

Misión… ¡pura vida!

Cómo quisiera ser una pintora para con algunas pinceladas plasmar lo que mis ojos contemplan, saber dar las tonalidades correctas; trazar las líneas, dar la justa profundidad…
Cómo quisiera ser escritora para poder narrar la vida, los gritos y las esperanzas; los dolores y las alegrías, permitir que el lector, la lectora se identifiquen con la narración…
Cómo quisiera ser fotógrafa y saber tomar la fotografía que manifieste la realidad, el ángulo perfecto…
Cómo quisiera ser cantautora para poner palabras y música a lo que mis sentidos experimentan…

Quizás para estar en las últimas tendencias, quisiera ser una influente para poder dar a conocer; transmitir o mejor para poder influenciar sobre la vida, la realidad de Costa de Marfil, que me dio la bienvenida “AKWABA” y me abrió las puertas para entrar en el Continente de la esperanza, África.

Mi realidad es:

Que intento ser misionera, intento y deseo compartir la vida que Dios me regala en Él. Compartir el Amor que da sentido profundo a mi existencia, en éste compartir de la vida deseo que todos nos podamos experimentar personas, hijos e hijas del mismo Padre; de la misma dignidad. Con las mismas esperanzas y posibilidades, compartiendo el dolor para que duela menos.

Desde este intento de misionariedad comparto lo que Dios me permitió vivir en estos cuatro meses en Costa de Marfil en preparación al encuentro con el país de Burkina Faso. La sensación que predomina es la de sentirme dentro de una tarjeta postal, llena de vida.

La misión es vida, vida pura.

Una tarjeta postal llena de vida; porque la misión es vida, vida pura. Esta es la experiencia que Dios me ha regalado en estos cuatro meses en medio de los hermanos y hermanas de Costa de Marfil.

Cuánta vida contemplé mientras las mujeres preparan el “Acheké”, comida base realizada de la Yuca, una preparación compleja, se raya la yuca, después se aplasta para quitar el almidón, se pone a secar al sol, después se cierne, se cocina al vapor y se empaca lista para ser consumida. Mientras se desarrolla esta actividad las mujeres comparten la vida.
Cuánta vida, en los niños, en los adolescentes, en los jóvenes, en la misa. Cuánta alegría, cuánta fiesta, cuanta vida vivida a veces desde y en el dolor pero con dignidad.

Ha sido un tiempo especial el cual puedo resumir en los tres regalos que recibí de la gente buena ivoriana. Agradezco a Dios que me permitió entrar en tierra africana pasando por Costa de Marfil.

1. El sentido de acogida; “Akwaba”

La bienvenida; rito de recibimiento, en el cual se comparte la vida, en el cual se manifiesta el sentido de acogida al extranjero. Agradezco la acogida recibida.

2. El amor por lo que uno es

La identidad; el sentido de pertenencia, a una realidad el ser ivoriano.;

3. El sentido de la fiesta

La alegría; agradezco por la alegría; en Costa de Marfil cada evento se vuelvo motivo de fiesta; motivo para danzar. Agradezco porque no obstante el dolor, la dificultad, este pueblo sabe celebrar con profundidad.

Gracias Costa de Marfil, gracias por enseñarme a balbucear el francés. Gracias por cada persona encontrada, gracias por renovar en mí, el amor por la misión, gracias por sellar en mi corazón que la Misión… ¡pura vida!

Desde el miércoles 10 de julio 2019, me encuentro en tierras burkinabé, la tierra de los hombre y mujeres íntegros; a estas tierras DIOS me llamó y aquí me estaba esperando, ahora toca a mi descubrirlo, encontrarlo en cada persona, en la vida comunitaria, en la realidad, que a primera vista se presenta pobre; desafiante.

A ustedes lectores gracias por acompañarme con tanto cariño, gracias por las oraciones que sostienen y dan fortaleza.

Que Dios Trinidad; fuente y origen de la misión les colme de su bendición.

Un fuerte abrazo.

Definitivamente ser misionero es una práctica de encuentro, una práctica de servicio, una práctica de vida, que una vez que ha sido parte de ti no puedes negarlo y dejar de aplicarlo porque ya es parte de tu personalidad. De verdad Dios nos ama a cada uno por igual y si de verdad te crees estas palabras puedes hacer lo impensable.


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Davidtarin

David es psicólogo, le gusta gusta bailar e ir al cine, pero sobretodo es fan de Dragon Ball. Ser misionero es esencial en su vida, le gusta estar con la gente y poder aportar y compartir lo que Dios le ha regalado. siente que el sentido de su vida esta en ayudar a otros a encontrar el sentido de su vida, encontrar a Cristo en los ojos del prójimo es su misión por lo que le encanta conocer y platicar con la gente.

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