La Transfiguración de Jesús se dio, aproximadamente, un año antes de la Pasión de Cristo. Jesús invitó a su Transfiguración a Pedro, Santiago y Juan. A ellos les dio este regalo, este don.

Jesús decidió orar, alejarse de todo y tener un momento de diálogo. Invitó a tres amigos a los cuales les haría bien algo de Espíritu Santo en los próximos eventos. Fue momento muy especial de la vida de Jesús: cuando mostró su gloria a tres de sus apóstoles. Nos dejó un ejemplo sensible de la gloria que nos espera en el cielo.

¿Qué hubiera hecho yo? Lo primero que cuestionaría sería si tengo la capacidad de estar tan cercano a Dios como lo estuvieron Pedro, Santiago y Juan.

Los apóstoles vieron a Jesús con un resplandor que casi no se puede describir con palabras: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos eran resplandecientes como la luz.

Las actitudes de los apóstoles fueron todas distintas, vamos a analizarlas y averiguar con quien nos identificamos, te invito:

Pedro

El que más trabajaba por Jesús, quería hacer tres tiendas para quedarse ahí. No le hacía falta nada, pues estaba plenamente feliz, gozando un anticipo del cielo. A pesar de ser el más avanzado de edad siempre era uno de los que tenía que hacer más recorridos al lado del hijo del carpintero. La rudeza y testarudez son una característica de Pedro. ¿Cómo haría oración? ¿De qué forma podría darle Jesús serenidad al corazón de un hombre tan obstinado? ¿Seré yo ese Pedro que va por ahí haciendo oración con el cuerpo cansado y la mente durísima?

Santiago

El más atrevido y arriesgado en declararse amigo del Señor, y que sería el primer apóstol en derramar su sangre por nuestra religión. Se había visto ante un sorprendente Jesús que resucitó a la hija de Jair. Esta experiencia seguramente sobrepasó situaciones milagrosas como multiplicar panes o sanar enfermos. Al verse invitado a acompañar al maestro a hacer oración en un lugar tranquilo, sin embargo Dios que se manifiesta en acciones sencillas con amor extraordinario; el poder de la oración, de platicar con el Padre. ¿Soy atrevido como Santiago? ¿Sería capaz de dar mi vida por Dios?

Juan

El que tenía el alma más pura y más sin pecado. El discípulo amado. Al que también se puede uno imaginar como el “consentido” por la insistencia del hijo de Dios a llamarle a sus brazos en tantas ocasiones. El menor de todos era por hecho bíblico el que tenía más pantalones, pues resistió el camino al calvario acompañando a María, la madre del Señor. Tal vez Juan al igual que tú y yo no sabe muy bien qué significa estar enamorado y continuar el camino de la cruz junto a Jesús, pero con toda la falta de conocimiento la sobra de corazón siempre será nuestra fuente de fortaleza.

En realidad no sé qué habría hecho en la transfiguración del señor, lo que tal vez sí me atrevería a abogar sería que estaría ahí, porque lo estoy y lo estaré ante toda clase de tiempos.

Cada día tenemos la oportunidad de reaccionar a la transfiguración de un Jesús que está en los enfermos, los migrantes, los que sufren hambre, los que se ven lastimados por el extremo frío o calor, los que no tienen techo, los niños sin un hogar, entre muchas cuestiones más que pueden ser la transfiguración de un Dios que nos quiere ahí cerquita para actuar no sólo en oración, sino en acciones concretas.

¿Qué harías tu? Encuentra ese momento tuyo con Jesús cada día y llénate de su maravillosa presencia, llévalo a quienes te rodean, tenemos que compartir su luz.


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Raúl Trujillo

Raúl es un maestro de nivel secundaria con especialidad en Formación Cívica y Ética, participó como escritor en dos publicaciones oficiales de su escuela y disfruta mucho de los grupos católicos juveniles de los cuales ya tiene más de 10 años de experiencia.

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