Se dice con frecuencia que ser hombre es muy fácil, que no nos complicamos para nada la existencia y que somos muy prácticos al momento de encontrar soluciones a distintos problemas, resolviéndolos de la manera más simple. En apariencia se verá qué lo es, que es algo sencillo, pero, ¿realmente lo es? ¿es fácil ser hombre?
Me parece que el asunto se vuelve complicado desde las formas en que se ha construido la masculinidad a través de la historia. Héctor Manjarrez dice que “el mundo de los varones, en particular, es el mundo de la patraña y la fanfarronada, la ignorancia y la jactancia, la violencia y el encubrimiento. Eso que designamos con la palabra machismo y que se propaga en un sinnúmero de imposiciones y complicados ritos de iniciación que nuestros hijos, esos inocentes, aprenden a temer y al mismo tiempo a imitar”. Si bien no aplica en todos los casos, pues efectivamente no podemos afirmar que todos los hombres han sido educados bajo esa premisa, de generación en generación se ha enseñado, en muchos casos, e incluso no siempre de forma consciente, que el hombre debe ser duro, difícil de abordar, violento, temible, incapaz de expresar sentimientos, etc.
Aquí es donde se complica
Es éste el momento en que se vuelve difícil ser hombre, cuando se vive con la impresión de que hay que cumplir con una expectativa que muchas veces rebasa la capacidad de quien se ve forzado a alcanzar dicha imagen, provocando que muchos hombres vivan en la frustración, por lo general oculta porque aún mucha gente piensa que los hombres no podemos mostrarnos débiles, el varón debe dar la impresión de que puede con todo, y este pensamiento se presenta desde el aspecto sexual-genital hasta en lo doméstico, en donde él tiene que ser el único que provee a la familia de lo necesario.
La masculinidad termina siendo un chiste para muchos.
El hombre es muchas veces blanco de burlas cuando se muestra débil o distinto al modelo de lo que se supone que debería ser. No se es menos hombre cuando se llora, cuando no puede realizar alguna tarea, cuando limpia la casa, cuando cocina, etc. El ser varón va mucho más allá de los estereotipos que se han construido y enseñado a través del tiempo. Necesitamos entender lo esencial de ser hombre a partir de lo que es esencial al concepto de persona, entendido como un ser libre, relacional, trascendente, comunitario y con valor en sí mismo, según afirma el personalismo. Y hemos de entender lo que es ser persona desde lo que Jesús nos enseña, es decir, Jesús vino a servir a los que vivían oprimidos, los no queridos, y le demostró al mundo que ante los ojos del Padre todos somos amados, y esto nos da la misma diginidad, y es ahí en donde radica la verdadera igualdad.
Richard Rohr y Joseph Martos en su libro Visión, Audacia y Acción, sobre la espiritualidad masculina, dicen que “el comportamiento femenino era un tabú tan estricto que los hombres fueron obstaculizados para reconocer y desarrolar la dimensión femenina dentro de ellos, el lado femenino de ser totalmente humano”. ¿A qué nos referimos con ese comportamiento femenino? Hablamos de las cualidades que con frecuencia se emplean para describir la condición femenina: ternura, acogida, empatía, apertura, delicadeza, sensibilidad, entre otras.
Es entonces que se vuelve necesario hablar de una liberación masculina.
Tanto el hombre como la mujer se vuelven víctimas del machismo, y ambos terminan oprimidos por la idea muy pobre de lo que debe ser un hombre. Rohr y Martos también dicen que “la liberación de los hombres es aún más difícil que la liberación de las mujeres, pues ellas saben que son oprimidas, y eso es en sí, el prinicpio de la liberación”.
Esta liberación masculina se realizará hasta que hayamos entendido que el hombre puede salir de esa imagen. No pdemos vivir encerrados en una coraza, perdiéndonos del contacto con el mundo, con lo sensible, con el prójimo, con nosotros mismos y nuestro corazón. Ser hombre también significa vivir en la apertura y expresión de sentimientos, también es acoger y ser acogido; ser hombre es romperse, llorar, enternecerse, ser compasivo, reconocer sin problema la debilidad y pedir ayuda; ser hombre es también ver a los otros e interactuar con ellos al mismo nivel, en especial con la mujer, y no como si se tratara de un ser débil y dependiente. Y al final, cuando los hombres lo hayamos comprendido del todo, seremos capaces de mostrarnos ante Dios y ante el mundo tal cual somos, sin máscaras y con toda sinceridad, dejándonos verdadera y humildemente, guiar por su mano amorosa y compartiendo el corazón con quienes nos rodean.
Ser completamente hombre es ser completamente persona, y el camino para llegar a ser una persona plena es seguir la huellas de Jesús de Nazareth, un hombre que no tuvo miedo de sentir, de experimentar la debilidad, exponerse, sufrir, ser juzgado, que se atrevió a vivir al como y con los demás, amándolos y sirviéndolos hasta llegar al punto de morir en una cruz.