Imagínate por un momento que cuando piensas que estás haciendo todo bien, un golpe de realidad te devuelve a la silla. Tú te aferras por levantarte de ella, seguir adelante, pero no, la realidad es otra: tal vez no estás haciendo las cosas bien.

Es imperativo que nosotros como personas al servicio del Señor nos demos cuenta cuando lo que hacemos es obra de Dios o es obra de nuestro ego…y un santo napolitano del siglo XVIII tal vez tenga las respuestas a estas dudas que tal vez acabas de tener.

1° – Quien actúa sólo para Dios no se perturba en caso de fracaso, porque si Dios no lo quiere, él tampoco.

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El sacerdote que estaba antes encargado de mi parroquia y yo tuvimos en su tiempo unos cuantos roces, ambos éramos muy puristas a la hora de hacer las cosas. Tuve que abandonar la tarea que él me ofreció más que nada porque simplemente no funcionó por ningún lado. Después me di cuenta que otra persona tomó mi lugar y ella comenzó a dedicarle el 100% de empeño en su servicio, cosa que hizo que mejoraran las cosas en sumo grado, entendiéndose casi a la perfección con el sacerdote. A veces no eres tú el del problema, a veces eres un martillo que se utiliza malamente como brocha y esto solo se podrá arreglar si te pones en manos del Maestro Carpintero: Él sabrá cómo y dónde.

2° – Se alegra con el bien que hacen los demás, como si lo hubiese hecho él mismo.

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¿No les dan ganas hasta de saltar de alegría cuando ven a un hermano sirviendo en el altar cada misa? ¿No corren a ayudarle a alguien que comienza una iniciativa para ayudar al prójimo? ¿O tal vez cuando un matrimonio se jura amor eterno en el altar? ¡Todo ello es voluntad de Dios! Esa alegría que sientes dentro de ti, es alegría que sientes por ver la voluntad de Dios hecha.

3° – Sin preferencias para trabajos, acepta de buena voluntad lo que la obediencia le pide.

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Ojo que esta se puede generar confusión muy fácilmente. Hay que saber reconocer cuando alguien lo puede hacer mucho mejor que tú. También es bueno reconocer que así como Dios da, también quita y siendo sus siervos, debemos acatar su voluntad. Este 3er punto claramente se refiere al servicio, a la disponibilidad que hay que tener para hacer todas las cosas que puedas y se necesiten. ¡Recuerda que el servicio a Dios es la mejor aventura que puedes tener en tu vida!

4° – Teniendo cumplido su deber, no espera alabanzas ni aprobaciones de los demás.

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Por eso no se pone triste o critica si lo desaprueban, alegrándose sólo contentando a Dios. Si acaso recibe algún elogio del mundo, no se envanece, sino que aleja la vanagloria, diciéndole: sigue tu camino, llegaste tarde porque mi trabajo ya está todo dado a Dios.

La gloria y el honor siempre serán para Cristo, eso que quede claro, ¿eh? No importa que tanto te persigan las personas de la parroquia, no importa si el sacerdote te comenta lo indispensable que eres, no importa si ya puedes acceder a reuniones o lugares que otros laicos no, en el momento en el que todas esas alabanzas las vuelvas hacia ti, ese será el momento en el cual tu vanidad haya vencido a tu amor por Dios.

¿Aún te quedaron dudas? Lee el libro de Práctica del amor a Jesucristo de San Alfonso María de Ligorio, que es de donde se tomó la inspiración. Puedes leer un poco más al respecto aquí


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Rubén Iracheta

Rubén es miembro del equipo ya hace bastante tiempo y en palabras suyas: "En resumen, cada vez mas cerca de ser Iron Man".

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