No es difícil encontrar que muchos de los jóvenes-adultos de las generaciones del 80, 90 y hasta 2000 ven en el rostro de San Juan Pablo II una figura emblemática en el seguimiento de Cristo; sus mensajes particulares a la juventud siempre fueron y siguen siendo el centro de motivación en la tarea evangelizadora de los cinco continentes; recordemos que en cada uno de sus 104 viajes y en la visita a 129 países dejó un espacio para hablar a la juventud.
Las virtudes del santo padre de Roma eran las de un polaco que practicaba demasiado deporte y que tenía una particular fuerza en la espalda por su trabajo como obrero en los tiempos de guerra, además de ello contaba con un corazón de acero que aguantó la muerte de sus familiares una a una hasta quedar entregado y en soledad al mundo. San Juan Pablo II motivo de admiración para cada uno de los jóvenes y adultos siempre brindó una cara linda y un estado de ánimo que especialmente ponía de buenas a aquel que le veía; después del primer atentado el seguía sonriendo y saliendo a encontrarse con más y más personas para compartir la palabra de Cristo.

La última Semana Santa que celebró antes de su muerte tendría un tinte único con un mensaje increíble. Para las fiestas de pascua el santo padre ya había superado una traqueotomía la cual le había impedido comunicarse con la naturalidad con la que lo había hecho durante 25 años, para la Semana Santa debió asignar a arzobispos, obispos y sacerdotes las distintas celebraciones; pero él tenía el deseo de compartir con el pueblo de Dios el Viacrucis y haría su mayor esfuerzo por asistir. El santo padre debía esperar en la última estación a que llegará el peregrinaje, sin embargo cuentan que tomando la cruz hizo un esfuerzo sobre humano para dar la bendición a los presentes, en ese momento las cosas no sucedieron como lo pensó y en un silencio perpetuo compartía el sufrimiento de querer hablar en nombre de Jesús y no tener la voz para realizarlo.


En este último encuentro una semana antes de su muerte frente al Viacrucis, el ahora San Juan Pablo II, demostró que es necesario ahogar las palabras en Viernes Santo para escuchar el dolor de un Cristo Crucificado por amor; el domingo de Pascua nuevamente el que había sido el cardenal Wojtyla lleno de discursos y palabras profundas para la existencia del hombre se quedó en silencio durante 13 minutos, se cuenta que ha sido de las pascuas más contemplativas de los últimos tiempos. San Juan Pablo II realizó esfuerzos increíbles para vivir su Semana Santa al final de la vida, mostrando a los fieles que ni la enfermedad, dolor, tristeza ni niguna otra cosa nos debe alejar de la cruz de Jesús; la figura emblemática en el seguimiento de Cristo seguía dando lecciones a los católicos sin utilizar una sola palabra.


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Raúl Trujillo

Raúl es un maestro de nivel secundaria con especialidad en Formación Cívica y Ética, participó como escritor en dos publicaciones oficiales de su escuela y disfruta mucho de los grupos católicos juveniles de los cuales ya tiene más de 10 años de experiencia.

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