La “entrega” puede abarcar desde un simple favor, hasta una situación de mayor importancia, pero siempre implicará esfuerzo, generosidad y caridad.

La “entrega” puede ser también puesta en varios contextos: la entrega a tu trabajo, a tu familia, tal vez a una pasión, a la lectura e inclusive a servir a los demás.

Pero, ¿qué ocurre cuándo le preguntas a las personas qué es la “entrega” para ellos? Vamos a averiguarlo…

Cuando hablamos de entrega, pensamos que implícitamente conlleva un sacrificio y lejos (la verdad) no estamos. Cuando tú te entregas no puedes hacerlo a un porcentaje menor que no sea un 100%… ¿o acaso puede haber una entrega que sea a medias? ¿Qué mediocre, no lo crees?

Una entrega personal, íntima y significativa puede inclusive llegar a ser de vida o muerte.

He experimentado la más grande de las entregas

Ejemplos podemos encontrar inclusive en el día a día: he visto cómo mi padre se ha entregado a su familia, he visto como mis amigos se entregan todos los días a su reciente profesión, he visto madres entregadas al cuidado de sus hijos y yo mismo he experimentado la más grande de las entregas…

La entrega perfecta

En el momento en el que nos damos cuenta que la definición perfecta de una entrega es aquella que sucedió en un día que pasó a ser conocido como “Viernes Santo”, es cuando nos damos cuenta de lo mucho que Dios tuvo que sacrificar.

Estaba comprometido con nosotros y consigo mismo. Se dice muy fácil, sin embargo, ¿quién sería capaz de morir por personas que no lo aman, que no lo valoran, que no lo respetan, que no caminan por su senda? Vaya, ni siquiera yo podría contarme entre ellos.

La entrega perfecta es aquella que sucedió cuando se dejaron de sacrificar corderos en masa teniendo cómo resultado un sólo cordero inmolado, perfecto y entregado por voluntad propia.

La perfección en la entrega hizo que esa misma entrega se convirtiera en una pasión, una pasión llena de amor, sangre, madera y clavos.

Una entrega que llegó a consolidarse tanto que sigue resonando hoy en día, en los rincones más oscuros del mundo, esos que existen solo en nuestras almas.

Una entrega de amor, puro, llano y que sin merecerla ni muchas veces querer aceptarla, se realizó aquí en la Tierra.

Porque “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Único Hijo para salvarlo” (Jn 3, 16).

 

Escrito por Rubén Iracheta


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Adeth Limas

Licenciada en Comunicación y Medios Digitales y se especializa en publicidad. Colaboró como coordinadora en algunos grupos juveniles parroquiales y pertenece a la mesa directiva de Jóvenes Líderes Defensores de la vida A.C.

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