Pero ¿cómo poder entender un camino a la santidad en estos dos términos? Pues lamentablemente los conceptos que la sociedad actual nos está vendiendo sobre felicidad, distan mucho de los conceptos de felicidad verdadera que Dios planea para nosotros.

Conceptos de felicidad basados en la avaricia, la lujuria, las borracheras, le promiscuidad y entre muchos otros más, son definitivamente destructores de nuestro ser. Por ello quisiera compartir este extracto de la invitación que nos hace el Papa Francisco a la luz de las bienaventuranzas para caminar a la santidad.

Ser po­bre en el co­ra­zón, esto es san­ti­dad.

Dios no espera ni desea para nosotros una vida de miseria económica donde mendigamos a lo largo de nuestra vida para subsistir, esta pobreza de espíritu va más allá; Jesús dice “ahí donde está tu tesoro estará tu corazón” que no esté tu tesoro en lo material, en la avaricia que te lleva a acumular para ser más que los demás, si no en tener porque así como la mano bondadosa de Dios me ha dado, así daré al más desafortunado.

Reac­cio­nar con hu­mil­de man­se­dum­bre, esto es san­ti­dad.

Tampoco espera Dios que tu vida sea pisoteada y humillada, pero si un control de tus impulsos que te llevan entre muchos otros pecados a la ira. Ya lo dice la escritura “ser lento para la ira” ¿Cuán infelices nos ha hecho nuestra impulsividad en desatar nuestra ira con aquellos a quien amamos o compartimos?

Sa­ber llo­rar con los de­más, esto es san­ti­dad.

Oh que don más maravilloso ha de ser la empatía, que alegría en la vida de los demás es la llegada de una persona empática, cuanto consuelo no hallamos en aquel que sabe sufrir el dolor ajeno y se vuelve fortaleza, que felicidad de aquel que sabe sentir las emociones ajenas

Bus­car la jus­ti­cia con ham­bre y sed, esto es san­ti­dad.

Ante tan constantes actos de injusticia que se viven en nuestra sociedad, que refrescante es aquel que camino con sed de buscar la justicia en los demás y en su vida, aquel que proclamando a Cristo no se las da de juez para señalar, si no que trayendo a Cristo muestra la justa compasión en cada ser.

Mi­rar y ac­tuar con mi­se­ri­cor­dia, esto es san­ti­dad.

La misericordia, definitivamente la mayor cualidad de nuestro Dios, clamamos a Dios por su misericordia para con nosotros y no la sabemos tener para con los demás ¿Cuánto dolor podríamos evitar con un solo gesto de misericordia que tengamos todos los días?

Man­te­ner el co­ra­zón lim­pio de todo lo que man­cha el amor, esto es san­ti­dad.

El amor que tanto proclama Jesús, es en griego llamado “agape” y la mejor traducción al castellano de agape es caridad. Caridad no es dar a quien necesite, si no que conlleva una integridad de grandes cualidades que hacen grande al ser humano. La honestidad, la paciencia, la generosidad, la empatía, la tolerancia, la alegría, la ternura, entre muchos otros son cualidades de caridad hacia los demás y hacia mi propio ser. Que nuestro estandarte por siempre sea el alcanzar la caridad, como principal mandato de Jesús.

Sem­brar paz a nues­tro al­re­de­dor, esto es san­ti­dad.

San Francisco tanto decía: “Señor hazme un instrumento de tu paz” que esa paz que solo Jesús puede dar, que nos hace vivir en una alegría de espíritu, sea la paz que nosotros logremos llevar a tanto necesitado y desconocedor de la alegría de ser cristiano

Acep­tar cada día el ca­mino del Evan­ge­lio aun­que nos trai­ga pro­ble­mas, esto es san­ti­dad.

Por supuesto ¿cómo vamos a lograr todo esto si no es bajo la luz del evangelio? Nosotros cristianos, creyentes de la doctrina de Jesucristo no podríamos desligar nuestro camino a la santidad sin el principal mandato de Jesús “ámense así como yo los he amado” y en nuestra búsqueda de felicidad caminemos por ese sendero de vida, el cual nos salva y no nos daña. Nadie tiene que decirte cuando has actuado mal, tu misma conciencia te lo dicta ¿cuánto nos degradamos con la borrachera, la promiscuidad, la ira, etc? Ese sentimiento de “¿cómo fui a hacer esto?” Solo nos dicta que no estamos en el camino correcto de la felicidad.

Que tu vida sea un caminar diario llevando la santidad a tu rutina con la verdadera felicidad y caridad

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Alonso Ramírez

Alonso es ingeniero mecánico, es nuestro único escritor costarricense, proviene de Cartago y ahí es servidor y formador en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles. Es amante de la historia de la Iglesia principalmente en los estudios de nuestros primeros padres, fanático seguidor de San Agustín y Santo Tomás de Aquino.