Sabemos que la Semana Santa, coincide exactamente con la fiesta de la Pascua Judía. Jesucristo sufre su pasión y muerte durante la celebración de la Pascua del año 33 y toda esta celebración es lo que nosotros año tras año volvemos a traer a nuestra memoria en la fecha de la Semana Santa
La Iglesia nos lanza una invitación de preparación para ésta celebración y es que el miércoles de ceniza somos invitados a vivir una austeridad que nos ayudará a vaciarnos de tanto ruido para nuestra alma y tanto materialismo que nos hacen muchas veces perder nuestro foco en Dios.

Y ese es el fin, llegar completamente vacíos y necesitados de amor a nuestra fiesta Pascual. Esta celebración da su inicio oficial con la celebración del Domingo de Ramos para concluir con la misa de Resurrección, gozándonos de la alegría por el amor de Dios, que manifestó su inmenso amor clavado en una cruz. Una alegría que definitivamente nos embriaga y al igual que toda embriaguez vivimos también las secuelas de la “cruda” que en este caso es muy positiva

El Jueves Santo hace 33 años Jesucristo celebra junto con sus apóstoles y discípulos la fiesta de la Pascua Judía, Él ya tenía claro lo que se avecinaba y al igual que se hacía con el cordero a sacrificar, también Jesucristo ese Jueves es presentado ante el Sumo Sacerdote y éste luego de interrogarlo lo aprueba para que sea sacrificado.

Luego de la aprobación del Sumo Sacerdote (El Sumo Sacerdote inspeccionaba el cordero que iba a morir para expiación de pecados, el cordero debía ser uno perfecto y éste al verlo aprobaba cuál cordero era digno de ser sacrificado) Jesucristo es crucificado el Viernes Santo del año 33 y al caer la tarde muere. Este definitivamente es el verdadero día del amor ¡que expresión de amor más grande Jesucristo ha presentado! ¿Cómo no embriagarnos de su amor?

Así concluye nuestros viernes hasta el día sábado que estamos expectantes en espera de su resurrección y la Iglesia nos da uno de los regalos más hermosos que nos puede brindar como es la Vigilia Pascual donde proclamamos la historia de salvación bajo el Himno del Pregón Pascual, un cántico que nos recuerda lo que Dios nos ama, que nos recuerda la grandeza de esa noche “¡… Oh noche realmente gloriosa que reconcilias al hombre con su Dios…!”

Ese momento culminante de Vigilia Pascual, en que nos embriagamos de amor, esperanza y fe, en que nuestros labios no dejan de proclamar la grandeza del Señor, tiene como consecuencia una cruda fuertísima de paz, de reconciliación, ese deseo de querer mejorar tu vida y no apartarte del amor tan extenso de Dios ¡Oh cruda más bendita! Citando a San Agustín: ¡Oh feliz culpa, que mereció tan grande redentor!


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Alonso Ramírez

Alonso es ingeniero mecánico, es nuestro único escritor costarricense, proviene de Cartago y ahí es servidor y formador en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles. Es amante de la historia de la Iglesia principalmente en los estudios de nuestros primeros padres, fanático seguidor de San Agustín y Santo Tomás de Aquino.

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