Puede haber varias respuestas. La primera y más evidente, es la falta de arrepentimiento auténtico y sincero que emana de la necesidad del corazón contrito del hombre por reencontrarse con Dios. A pesar de esto, muchas veces estamos verdaderamente arrepentidos y, sin embargo, seguimos cometiendo el mismo pecado, esto puede deberse a que en nosotros habita algún espíritu de maldad, en la actualidad, dichos espíritus pueden ser reconocidos como vicios, así que no te asustes, no estas poseído.

Lo que ocurre es que muchas veces tenemos bien arraigado algún vicio como la pornografía, la drogadicción o el alcoholismo. Hay otros malos hábitos que no parecieran ser tan graves o perjudiciales como los que ya mencioné, por ejemplo decir mentiras, ser impuntual, no cumplir con los deberes de la escuela o las obligaciones del trabajo, no asistir a misa todos los Domingos, ser muy flojo, entre otros y lo grave de estos radica en que poco a poco, conforme los vamos practicando, nosotros mismos los vamos “normalizando”, es decir que llega un momento en que nuestra mente y conciencia lo consideran algo normal o que no es tan grave; además es muy común que cometer pecados no tan graves, nos lleven a cometer pecados muy graves o pecados mortales.

¿La solución está en la confesión?

Mi amiga Adeth en su artículo “La confesión, la maravillosa experiencia del abrazo misericordioso de Dios” nos relata que la confesión es un misterio de Dios lleno de misericordia que nuestra mente no alcanza a comprender, leyendo su artículo puedo concluir que la confesión no hay que entenderla sino solo vivirla, disfrutarla y entregarnos a los brazos amorosos de Dios que nos otorga el perdón de nuestras malas acciones.

Pero entonces, si Dios que por su inmenso amor nos perdona, ¿por qué nosotros no podemos dejar de cometer siempre los mismos pecados? Constantemente, el hombre arrepentido es consciente de estos vicios y recurre a Jesucristo para que lo libere del espíritu de maldad (vicio), y así ocurre porque Dios no deja oración sin respuesta.

Sin embargo, en el libro de San Mateo 12, 43-45, Dios nos dice que cuando nos liberamos de un espíritu de maldad, este anda vagando buscando refugio y al no encontrarlo decide regresar, pero lo hace con más fuerza, dado que el lugar que antes habitaba ahora está limpio y adornado, lo que hace que el hombre llegue a un estado peor del que se encontraba antes de su arrepentimiento.

En este momento surge la pregunta ¿Por qué este espíritu de maldad (vicio) puede regresar, si fue el mismo Dios quien lo echó fuera? Pues en esta misma cita, específicamente en el versículo 44 se nos dice que la “casa”, además de limpia y adornada está VACÍA, DESOCUPADA, esto implica que hay un lugar, un espacio disponible para que el o los espíritus de maldad (vicios) habiten en Él. Si este lugar NO estuviera vacío, el espíritu de maldad no podría ocuparlo.

En conclusión…

Si realmente queremos ser libres de todo vicio y maldad, además del arrepentimiento sincero, además de la liberación del espíritu de maldad (perdón de Dios), necesitamos volver a Dios, necesitamos reencontrarnos nuevamente con el Señor Jesucristo y pedirle que HABITE en nuestro corazón para que ya no este vacío y nadie, a parte de Él, pueda venir a ocuparlo. Yo te invito a que después de confesarte y haber cumplido con la penitencia que te fue impuesta, pidas fervientemente a Dios que habite en tu corazón, te invito a que le abras la puerta de tu corazón que constantemente está tocando y lo dejes entrar para que habite en tu corazón y ningún espíritu de maldad pueda habitar o morar en Él.


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Jesús Rodríguez
Amante del Creador, la ciencia, la química, la biología y los momentos de ocio. Maestro en la Facultad de Ciencias Químicas de la UACH y un apasionado por transmitir el conocimiento, pero sobre todo por transmitir a Jesús. Gusta de los momentos libres pues es cuando aprovecha para escribir de Ciencia y de Religión, invitando a todos a aceptar a Cristo en su corazón para lograr la salvación. "Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna" Juan 3, 16

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