¡Hola de nuevo! Es para mí un gusto enorme presentarte una vez más una pequeña reflexión con el propósito de seguir redescubriendo todos juntos como Iglesia, y cada día más, el sentido de la fe cristiana. En esta ocasión te comparto algo referente a la Biblia. Sé que es un tema apasionante y que siempre queremos comprender más y más. De ahí, claro que surgen preguntas similares a éstas: “¿Cómo fue que la Biblia se formó?”, “Y si el día de mañana se encontrara algún libro misterioso e importante ¿Podría ser incluido en la Biblia (católica)?” Para contestar a ello, te sugiero que empecemos considerando lo siguiente.

¿Qué es la Biblia y cómo fue su surgimiento?

De modo concreto, la Biblia podríamos definirla como la expresión escrita de la Revelación de Dios, o bien, como un conjunto de libros inspirados por el Espíritu Santo a través de los siglos, por los cuales Dios se comunica permanentemente con el hombre. Esto es fundamental, puesto que los escritos bíblicos no comienzan con el hombre, sino con Dios que ha querido revelarse. Y ¿De cuántos modos se revela Dios? La misma Iglesia nos enseña que de muchos, comenzando con la Creación misma y la naturaleza de las cosas.

Es asombroso poder contemplar la perfección de las obras de Dios en la naturaleza. Conociendo esas obras también podemos llegar a conocer algo del Creador. Dios también se revela en nuestra propia historia. Quiero pensar que ha habido momentos en los que te das cuenta cuando Dios te habla a través de los hechos que vives a diario, y si no es así ¡Pon atención, y recuerda cómo ha sido tu vida hasta el día de hoy! Lo más seguro es que encuentres a Dios intentando guiarte, mientras tú le correspondías, aunque a lo mejor no supiste verlo en ese preciso momento.

Pues la Biblia comienza de manera similar. Tal vez cuando piensas en los escritos bíblicos te imaginas a un grupo de ángeles bajando del cielo y entregando dichos escritos a un hombre para que el pueblo los siga. También podrías pensar en Dios dictando letra por letra al escritor lo que debe incluir en el libro. Pero si lo vemos así no vamos a entender toda la riqueza del mensaje.

Verás, la Biblia no comienza con escritos sino con las vivencias del pueblo de Israel. Esto nos dice que la Revelación no comienza de manera escrita sino con la experiencia de fe, y la transmisión oral de esa experiencia. Te voy a poner un ejemplo que quizá suene un poco burdo, pero puede ilustrarnos un poco el tema.

Supongamos que en cualquier momento Dios se comunica contigo de un modo sobrenatural y te dice algo verdaderamente importante, no sólo para ti sino también para todo el mundo, y por eso lo tienes que comunicar. Ahora imagínate, que estás más o menos en el siglo X a.C. Ni siquiera papel había. Conseguir algún rollo de papiro o una superficie para escribir podía ser muy difícil o caro. Así que lo más sencillo y rápido para difundir el mensaje tan importante es que lo cuentes oralmente, con mucho cuidado y de modo personal a quien puedas, asegurándote de mantener siempre la esencia del mensaje y sin alterarlo.

Después resulta que, efectivamente el mensaje que le das a las demás personas, y que inicialmente te vino de Dios, cambia la vida de muchas comunidades, entonces cada vez más personas van aumentando su fe en Dios. Pero ojo, también los años van transcurriendo, entras en la vejez, y es necesario que esas experiencias tuyas y de las personas que se convierten se escriban para que las generaciones futuras también puedan conocerlas. Entonces, con mucho sacrificio encuentras la manera de escribir todos esos sucesos, con el género literario que crees más adecuado. Además le encargas a varias personas que cuiden su significado, para que generación tras generación esos importantes mensajes se conserven y se conozcan, y sobre todo para que se logre encontrar verdaderamente la presencia de Dios en ellos. Así es como poco a poco un libro revelado se iba consolidando como tal.

Por supuesto, así como hoy, también había uno que otro charlatán que decía haber tenido una revelación divina. Pero siempre ha habido en el pueblo de Dios una línea ininterrumpida de sacerdotes y fieles que con su sabiduría han ayudado a identificar el contenido verdaderamente revelado. Por eso la conformación del canon bíblico se fue dando poco a poco y con mucho cuidado. Me gustaría hablarte de cómo se fueron recopilando los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, pero es un tema amplio que me gustaría dejar para una próxima ocasión. Ahora quisiera que te centraras en lo que te comento. Porque cuando te hablo de aquellos sacerdotes y fieles que siglo tras siglo han procurado guardar el significado auténtico de la experiencia que el hombre tiene de Dios, tanto de manera oral como de manera escrita, llegamos entonces lo que los católicos denominamos hoy como: “Tradición y Magisterio de la Iglesia”.

Por esta razón, a diferencia de muchas otras denominaciones cristianas protestantes, los católicos no defendemos que el único canal de Revelación es la Sagrada Escritura, sino que también está el canal de la Tradición, y el Canal del Magisterio, este último constituido por el Papa y los obispos. Estos son tres canales de una única fuente de Revelación que es Dios mismo.

Cuando te puse el ejemplo en el que tú eras esa persona a quien se le revelaba un auténtico mensaje por parte de Dios, recuerda que la difusión comenzaba en el testimonio oral, y año tras año el mensaje se conserva también de ese modo, independientemente de estar o no escrito. Y de hecho se vuelve un testimonio vivo y compartido en comunidad. Eso es algo parecido a lo que llamamos “Tradición”: nuestra fe cristiana es una fe viva y que está presente en toda la comunidad y en todo momento, no vive sólo en la Escritura, sino en cada uno de los que aceptan fielmente el mensaje de salvación de Dios.

¡Qué sorprendente! ¿No es verdad? Antes de la Biblia, por lo tanto, Dios se revela ya en la Tradición de su pueblo, y así ha sido siempre. De hecho, otra manera de definir la Biblia podría ser: “Tradición Escrita”. Hay tantos testimonios de fe auténtica que hoy conocemos dentro de la Iglesia, tantas experiencias de Santos y de los Padres de la Iglesia, que consideramos Tradición viva. Y quien se ha encargado de dar autenticidad a toda esa Tradición es precisamente el Magisterio eclesiástico. Por eso presta mucha atención también a los documentos papales y de los obispos, pues nos siguen ayudando a comprender la Escritura y la Tradición en las circunstancias del presente.

Ahora, tal vez pienses : “Hay gente que también hoy puede tener una revelación digna de ser incluida en la Escritura ¿Por qué no escribirla e incluirla?” La respuesta es muy simple. He aquí una pista: “Pongamos la mirada en JESUCRISTO”

¿Podría la Biblia Católica contener más libros en un futuro?

Con base en la pista anterior, Jesucristo es el centro y culmen de toda la Revelación de Dios. Esto quiere decir que para la Iglesia católica el mensaje de Jesús es fundamental y lleno de un magnífico misterio. ¿En serio crees que pueda haber un mensaje más importante que el que Jesús nos dejó con su vida, siendo él mismo el Verbo encarnado? La respuesta para un católico siempre será NO, pues Jesús nos ha mostrado con sus acciones el AMOR auténtico que Dios tiene para ofrecer.

Las acciones de caridad que Jesús realizó, fueron también escribiéndose poco a poco de la manera en la que analizamos anteriormente, para quedar editadas en lo que hoy identificamos como el Evangelio en sus cuatro versiones: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Sin embargo, la persona de Jesús es más importante que cualquier otra personalidad del Antiguo Testamento, o que cualquier otro santo. Así que Jesús corona absolutamente toda la Escritura, y toda ella debe leerse poniendo el acento en Jesús.

Por lo tanto, si tuviéramos que ser muy estrictos ¡La Biblia católica no puede tener más libros porque de entrada no le hacen falta! En los 46 libros del AT y los 27 del NT debemos saber contemplar el Amor incondicional que Dios tiene para dar a TODOS los seres humanos. El Amor de Dios manifestado en Cristo es la fórmula principal para entender cada texto sagrado.

Mucha gente afirma que en la Biblia no está todo dicho, y que hay cosas que en ella no se aclaran. Pero respecto al actuar del hombre para mí el mensaje es muy claro: “El actuar del cristiano debe fundamentarse en el Amor que nos fue enseñado por Cristo”. “Les doy un mandamiento nuevo. Que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34). Claro que no es sencillo, pero es lo que se nos pide. La Escritura pretende dejar claro ese aspecto tan importante. Por eso, si hoy encontráramos algún escrito de importancia histórica, difícilmente se considerará inspirado, pues existen muchísimas razones por las cuales la comunidad hebrea o cristiana no lo conservó entre sus escritos de importancia.

Y en todo caso, un nuevo escrito no aportaría gran novedad a ese testimonio tan extraordinario que ya encontramos en la figura de Jesucristo. Claro que aún existen testimonios que vamos descubriendo, y que nos ayudan a profundizar en la relación con Dios. Pero si te detienes a pensarlo un momento, tan sólo nos ilustran y nos ayudan a entender lo que ya fue dicho y hecho por Jesús como el Mesías. Podemos considerarlos como escritos de cultura cristiana, escritos pastorales o catequéticos, pero con los libros del canon bíblico actual nos basta para saber que Jesús se entrega sin condición. San Agustín, por ejemplo, nos dio gran ejemplo de una gran comprensión bíblica a través de su famoso “Ama y haz lo que quieras”. Un mensaje de Amor y de Perdón se encuentra ya de manera definitiva en Cristo. Los 73 libros bíblicos nos dan un panorama preciso para recibir ese especial mensaje. Ahora nos corresponde a nosotros contemplarlo. interpretarlo a la luz de la Tradición y con ayuda del Magisterio, comprenderlo y vivirlo cada instante de nuestra vida.

¡Bendiciones!


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Andres Piña

Es un joven que busca ser comprometido con la Iglesia, al ser Dios quien define el sentido de su vida. Tiene estudios en filosofía y teología y disfruta mucho de conocer la realidad y sus grandes misterios. Siente afición por la música, el arte en general y los deportes. Disfruta mucho de compartir la fe con personas de todas las edades, buscando generar un buen ambiente de diálogo. Sostiene que la vida es para disfrutarse y la mejor manera de hacerlo es viviendo la alegría de hacer el bien.

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