Me es imposible contabilizar todas las veces que he tenido la dicha de confesarme. Recuerdo la primera vez, cuando me estaba preparando para hacer mi primera comunión y nos hablaron de este sacramento; la verdad, me costaba mucho trabajo el solo hecho de pensar que le diría a un desconocido todas las mentiras, travesuras y peleas que había tenido; tan solo tenía ocho años y mi lista era bastante larga.

Mi primer experiencia

Sinceramente en ese momento no comprendí el por qué, pero sabía que lo tenía que hacer, si quería comulgar, algo que deseaba desde muy pequeña, tampoco lo comprendía, pero quería comer de eso que toda la gente comía el domingo. Entonces, con mucha vergüenza le dije al padre uno a uno mis pecados y con una gran emoción viví mi primera comunión junto con mi hermano.

Once años después, viví mi conversión real y conociendo a Dios, mi primera confesión después de esto, fue tan diferente, me costó mucho mas trabajo, porque ahora sabía que con mis decisiones, pensamientos y acciones había ofendido al Ser que me creó por amor, a su Hijo que murió por mi en la cruz y al Espíritu Santo, que había ignorado a pesar de haberme confirmado. 

Una película que amplió mi perspectiva de la confesión

Y por último, te cuento que un día, vi la película de El Gran Milagro, si no la has visto, te la recomiendo ampliamente y espero no spoilearte, esta película está basada en una visión que tuvo Santa Catalina, en la cual la virgen María le explica todas las partes de la misa, y bueno podría contarte todo pero me quedaré precisamente con esta parte de la confesión.

Primero las personas que están en la fila, están llenas de tentaciones por el tiempo, por la lujuria, por la envidia, por la impaciencia. Tras este gran y difícil recorrido espiritual, una persona se acerca al padre, quien obviamente, por ser humano también peca y se equivoca, pero ha consagrado su vida a Dios, y Dios mismo le dio la autoridad para absolver los pecados. Entonces en el momento de la absolución vemos que quien realmente está escuchando los pecados y quien hace la absolución es Jesús mismo, en verdad que después de ver esto, la confesión se convirtió para mi en un recurso de emergencia y cada vez que el padre pone las manos sobre mi cabeza recuerdo ese momento y se me acelera el corazón.

En conclusión

Este es un misterio que nuestra mente nunca alcanzará a comprender, pero por medio del entendimiento que nos da el Espíritu Santo podemos confiar en esta promesa que nos fue dada y está plasmada en las Sagradas Escrituras.

Gracias por acompañarme en este viaje espiritual, espero que esta reflexión te sirva, que mi experiencia te sirva para valorar ese tesoro tan hermoso que tenemos.

Estoy contigo en oración, siempre. Paz y bien.


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Adeth Limas

Licenciada en Comunicación y Medios Digitales y se especializa en publicidad. Colaboró como coordinadora en algunos grupos juveniles parroquiales y pertenece a la mesa directiva de Jóvenes Líderes Defensores de la vida A.C.

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