Hubo un tiempo en el que todo aquél que escribía en verso en la antigua Grecia era considerado poeta y no precisamente porque no se pudiera escribir de otra manera, si no que era la forma en la que aquellos sabios se comunicaban. Expresaban hasta las ciencias en forma de verso. Hoy en día, la poesía se relaciona más que nada con el ingenio rebosante de muchas mentes que pueden conectar el corazón con sus manos y puede dar rienda suelta a un romanticismo que muchas veces parece hasta pasado de moda, una afirmación un tanto injusta si es que me lo preguntan. Pero, ¿qué sucede si la poesía genera más allá de un romanticismo vano y simple, una verdadera expresión de glorificación a Aquél que todo lo creó?
La Poesía y Dios
Es bien sabido que la poesía como género literario, expulsa por los poros belleza misma. Y vaya que lograrla es difícil. No nos equivoquemos, existen ejemplos en la Biblia misma de esa belleza: los Salmos, Cantar de los Cantares, inclusive el pueblo de Israel al salir de Egipto entonó un cántico, lleno de poesía misma para Dios (Ex 15, 1-12). Los padres de la Iglesia pretendieron utilizar este género, desde los primeros años del cristianismo, donde por ejemplo San Agustín ya coqueteaba con esto (“¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!”, Confesiones, Libro 7, 38) o el poeta escritor de la Divina Comedia (escrita en verso, una oda al cristianismo mismo).
México y su poesía
La “poesía cristiana” fue introducida en México gracias a la Colonia, época que generó un gran auge de poesía en la Nueva España. Algunos de los que escribieron estando en tierras aztecas, fueron Miguel de Guevara y Carlos de Sigüenza y Góngora, resaltando que las poesías en este caso influenciados por la misión que estaban desempeñando, contenían más temas catequéticos que filosóficos o teológicos. Tomemos de ejemplo unos versos de un poema atribuido a Guevara:
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
El autor maneja no sólo una expresión de entrega total a Dios en su amor por su sacrificio (muéveme ver tu cuerpo tan herido), si no el encontrar en los versos la forma de expresar de igual manera una enseñanza fundamental para los cristianos (Tú me mueves, Señor). Habría que destacar que tal vez el género no haya sido escogido al azar, ya que se sabe que hasta en los aztecas hubieron personas versadas en la poesía, como Nezahualcóyotl.
Chesteron y sus versos
Los anglosajones no se han quedado atrás, aunque actualmente se viva una crisis de fe en sus tierras. Chesterton utilizó la poesía para expresar sátira contra el catolicismo antes de su conversión (The Convert) y después cómo forma tal vez de redimirse a sí mismo por lo que había experimentado (A prayer in darkness). Santa Edith Stein marca, como otros santos, su amor por Dios y toda la expresión del cristiano de forma casi palpable. Este amor puede ser encontrado en varios de sus escritos:
Dew and rain let gently
Drop from His kind hand
And the balm of sunshine
Fall on Carmel’s land.
Traducción:
Rocío y lluvia cae gentilmente
Caído de Su cariñosa mano
Y el bálsamo del sol
Cae en la tierra donde las carmelitas.
La santa nos hace confrontarnos cara a cara con el cariño y ese regocijo que encuentra de sentirse tan querida (Y el bálsamo del sol/cae en la tierra donde las carmelitas). Sin embargo, sigue dando gloria a Dios, reconociendo no solo su pequeñez, si no se maravilla por las dádivas otorgadas por Dios mismo (Rocío y lluvia cae gentilmente/caído de Su cariñosa mano).
En conclusión
A lo largo de este artículo hemos podido comprobar como la expresión poética sirve para ser un motor y un apoyo en la evangelización, una expresión para reconocer la gloria del Creador, de pensamientos tan íntimos que solo Dios puede saberlos…¡uf!.
Te preguntarás tal vez, por qué estos hombres y mujeres utilizaron la poesía para expresar lo que por medio de cualquier otra forma pudiera haber sido expresado. Por una sencilla razón: 1 Cor 12. Todos tenemos dones y esos dones que se nos fueron otorgados por Dios, responden a la necesidad de expresar lo que en el alma habita, ya que nuestra alma está inquieta, como dice San Agustín, hasta que descanse en Dios mismo.