Hoy inicia el triduo pascual, seguramente has escuchado muchísimas veces este término o tal vez sea la primera vez; el triduo pascual hace referencia a jueves, viernes y sábado Santo, que representan la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Juntos recordemos los regalos que nos dio Jesús

Me gustaría entonces, que juntos recordemos los regalos que nos dio Jesús en el jueves Santo y te pregunto ¿alguna vez se ha mudado de casa algún amigo tuyo? ¿o se ha tenido que ir lejos? Pues así me imagino que Jesús preparaba esta despedida; les pidió a los apóstoles conseguir un lugar donde cenar porque en su interior sabía que era la Última Cena con sus amigos.

El primer regalo

Estando en casa de fulano, como dice en las Escrituras, se dispuso a lavarles los pies, lo cual considero un acto de amor invaluable, ¿puedes realmente traer esas imágenes a tu mente? Sitúate en una banca de madera y ve cómo Jesús se acerca a ti y toma tu pie lleno de tierra, lo lava con ternura y luego lo besa. De verdad que se me enchina la piel tan sólo de pensarlo, todo porque Jesús vino a servir, no a ser servido y quiso dejar el ejemplo muy claro.

El segundo regalo

Quiero traer a la mesa de los recuerdos el sacerdocio, ya que, estando en la cena, Jesús dice una oración, un mandato para la eternidad: Hagan esto en conmemoración mía. Esa frase que cada domingo escuchamos en misa y que parece tan insignificante, pero que trajo consigo tanta dicha porque ¿te imaginas un mundo sin sacerdotes? ¿sin esas personas que cada día son instrumento para transmitir la palabra de Dios? ¿aquellos seres valientes que consagran si vida a Dios y de los cuales aprendemos tanto? Sé que no son santos, pues son humanos, como todos, pueden pecar porque está en su naturaleza, pero me parece sublime el sí que generosamente entregan para cuidar a las ovejas del rebaño.

El tercer regalo

Para cerrar con broche de oro, con el corazón a mil por hora, recuerdo el tercer regalo: La Eucaristía. Jesús les dejó a los apóstoles la fórmula para tenerlo siempre con ellos, con toda la raza humana sin importar la fidelidad que pudieran darle, porque esa noche, no sólo Judas o Pedro lo traicionaron, todos dejaron que se lo llevaran, pero tenían asegurado el amor infinito, la presencia de Dios en ese pedacito de pan, en el que Jesús decidió dejar su cuerpo y su sangre. Creer fervientemente en esto puede costarnos mucho, porque nuestra mente difícilmente podrá encapsular la magnitud de este regalo, San Ambrosio era un fidelísimo ante la Eucaristía y transmitió la fe a través de muchos textos, y te dejo uno de ellos que dice:

“La palabra de Cristo que pudo crear de la nada lo que no existía, ¿no puede transformar en algo diferente lo que existe? No es menos dar a las cosas una naturaleza del todo nueva que cambiar lo que tienen […]. Este cuerpo que producimos (conficimus) sobre el altar es el cuerpo nacido de la Virgen. […] Es, ciertamente, la verdadera carne de Cristo que fue crucificada, que fue sepultada; es, pues, verdaderamente el sacramento de su carne […]. El mismo Señor Jesús proclama: “Esto es mi cuerpo”. Antes de la bendición de las palabras celestes se usa el nombre de otro objeto, después de la consagración se entiende cuerpo” (2014, Cantalamessa).

Sé que la Semana Santa puede convertirse en una serie de actos repetitivos, pero verdaderamente es una gran oportunidad para adherirnos a Cristo, encontrarnos con Él, entregarnos a Él como Él lo hizo, y tener la esperanza y la confianza de que, aunque a veces fallemos, Él vino para servirnos y amarnos, nos hizo hermanos y nos dejó la seguridad de su compañía, de la forma más humilde, mientras estamos en la tierra.

Disfruta este día como si fuera el último, encuéntrate con Jesús, ámalo y acompáñalo. Estamos juntos en oración. Dios te bendice.

 


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Adeth Limas

Licenciada en Comunicación y Medios Digitales y se especializa en publicidad. Colaboró como coordinadora en algunos grupos juveniles parroquiales y pertenece a la mesa directiva de Jóvenes Líderes Defensores de la vida A.C.

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