Se debe admitir que la paz es un estado deseable por todos los hombres, y aunque sea difícil de creer cada uno de los seres humanos premia en su espíritu por conseguir la tranquilidad de ese estado. Es de conocimiento universal que son muchos los registros en esta década y la pasada sobre los atentados, grupos terroristas, violación de derechos entre países, ataques a los recursos naturales, y algunas cosas más alrededor del orbe; la reflexión que se ha creado en torno a los mismos es mínima si se revisara su repetición, frecuencia e intensidad.

En un sentido estricto la Iglesia tiene como misión la propuesta de diálogo ante estas situaciones que inquietan la relación mundial y sobre todo la relación con el prójimo, en la primera carta del apóstol San Juan se habla lo referente al tema “Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad” y qué difícil se vuelve para todos nosotros el cumplimiento de una voluntad de paz ante el hermano. San Juan Pablo II en el 50 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial dijo:

“Más grave aún fue la difusión de la “cultura de la guerra” con la triste consecuencia de muerte, odio y violencia. “La Segunda Guerra mundial, —escribí al episcopado polaco en 1989— ha hecho a todos conscientes de la dimensión, hasta ahora desconocida, a la que puede llegar el desprecio del hombre y la violación de sus derechos. Ha producido una movilización inaudita del odio, que ha pisado al hombre y todo lo que es humano en nombre de una ideología imperialista.”

La posición del constructo social de la iglesia siempre será la misma ante el ataque hacia la integridad del prójimo, todas las injusticias serán descalificadas; sin embargo esta categorización es variable y la privación del desarrollo puede ser desde el abuso verbal hasta los ataques físicos.
En la última Exhortación apostólica, el Santo Padre Francisco realiza un comentario en su punto 57 que comienza con la interpretación del género humano que busca la exaltación de las propias habilidades y auto-componerse como lo mejor para la sociedad, Jorge Mario Bergoglio dice que:

“Todavía hay cristianos que se empeñan en seguir otro camino: el de la justificación por las propias fuerzas, el de la adoración de la voluntad humana y de la propia capacidad, que se traduce en una autocomplacencia egocéntrica y elitista privada del verdadero amor.

La Iglesia, sus representantes y los católicos en general deben oponerse ante cualquier situación que ponga en peligro la integridad de su hermano, y sin que esto sea nuevo se debe retomar el ejemplo de la mujer adúltera con las mismas palabras de Jesús: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. La nación que sea perfecta y con todos sus ciudadanos felices en un 100% que le enseñe a las otras cómo gobernar y crear ambientes óptimos para la vida de sus ciudadanos. Debemos concluir en que la guerra jamás será la solución y concluyendo con las palabras de la Santa Madre Teresa de Calcuta:

Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias. Si queremos sembrar alegría en derredor nuestro, precisamos que toda familia viva feliz.

FUENTES:
– Mensaje del santo padre Juan Pablo II con ocasión del 50º aniversario del final en Europa de la segunda guerra mundial.
– Exhortación apostólica “Gaudete et exsultate” del Santo padre Francisco.
La paz y la guerra comienzan en el hogar: Pensamientos de la Madre Tersa de Calcuta, sobre la familia.


¿Te gustó? ¡Comparte con tus amigos!

Raúl Trujillo

Raúl es un maestro de nivel secundaria con especialidad en Formación Cívica y Ética, participó como escritor en dos publicaciones oficiales de su escuela y disfruta mucho de los grupos católicos juveniles de los cuales ya tiene más de 10 años de experiencia.

Comments

comments