En el actuar diario de los individuos podemos describir un sinfín de situaciones que se relacionan directamente con su estado emocional y maneras de comportarse, para ello es importante resaltar el reforzamiento de gestos positivos a cada uno de nuestros hermanos. Las palabras en todo momento pueden destruir o construir nuestra relación con las personas que convivimos diariamente, reafirmando que nuestro deber católico es corresponder siempre al que tenemos a un lado con un acto de amor.
Que en el mundo no haya amor y odio
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Aún más trascendente es aquello que San Martín de Porres afirmaba con palabras que resonaban en todo el ser del hombre en comunión con Dios: Haz que nos amemos todos como hermanos, que en el mundo haya amor y no odio.
De igual forma debemos ser instrumentos de paz, sin embargo, existe la posibilidad de que nosotros seamos personas que no contemos con la confianza de decir un “Te quiero mucho” o un “Te amo” pero recuerda que puedes tener momentos más tranquilos que también demuestren amor, sólo basta un “Que lindo peinado, te ves muy bien hoy, que sonriente estas, te ves más delgado” entre otras cosas.
También podemos transformar las palabras en actos
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Tratando de ir un poco más allá de esto, recordemos que Dios es un padre de amor y nuestra misión permanente es llevarle, de tal forma se habla de llevar el amor a los demás que por consecuencia debemos reaccionar de manera inmediata a este llamado siguiendo el concepto que San Francisco de Asis atendiendo al predicar el evangelio en todo momento, y cuando sea necesario utiliza las palabras; un acto de amor puede transformar más de una vida y estamos llamados a realizarlos en cualquier tiempo y con toda persona, comienza con aquellos que tienes cerca, sean familiares, compañeros, colegas, amigos o desconocidos dales amor porque eso les mostrará al padre.
De igual forma cerramos con una frase de San Juan Pablo II que advierte: La persona que no decide amar para siempre, le será muy difícil amar siquiera un día.
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