Todo pasó ayer, y hoy Tú estás sola

Todo pasó ayer, y hoy Tú estás sola, María. Sola con el peso de sostener a Cristo muerto en tus brazos, mientras hoy nosotros hemos vuelto a lo que llamamos “nuestra vida”, nuestras ocupaciones y responsabilidades, ó a un Sábado de vacaciones lleno de planes por cumplir. Para nosotros, Viernes Santo fue un día, pero para Ti, es el dolor tan anunciado de la espada que atravesó tu corazón, que te anticipó Simeón desde hace tanto tiempo.

“He aquí la esclava”

Sola en el mundo, limpiando con tu pañuelo el rostro sucio y ensangrentado de Cristo, dándole de nuevo la bienvenida a ese Silencio tan tuyo, pero con un constante “SÍ”, como lo dijiste desde el primer día… – “He aquí la esclava” – incluía el maravilloso SÍ a lo desconocido, al dolor, a la angustia de quedarte viuda, a cocinar de nuevo sólo para Ti cuando inició Jesús su vida pública, a soportar convivir día con día con el mismo pueblo que un día quiso despeñar a Jesús, y que al fin lograron ponerlo en una Cruz.

Y ese “SÍ” fue maravilloso, insisto, porque a pesar de todo, para mí no había existido palabra más amplia en las Escrituras que ésta. Ese “HÁGASE” que no te dejó derrumbarte cuando se perdió Jesús de tu vista, ni mucho menos cuando Él tuvo que cumplir con el plan del Padre y abrazar esa cruz hasta el último suspiro.

¡Cuánto lo sentimos, Madre! ¡Te acompañamos en Tu dolor!

Y, como Pedro, muchos hemos querido acompañarte y estar con Jesús hasta el último momento, pero lo hemos negado ante las adversidades… Hoy en éstos renglones, queremos decirte desde el fondo de nuestro corazón: ¡Cuánto lo sentimos, Madre! ¡Te acompañamos en Tu dolor!

No tenemos palabras suficientes para consolarte, pero escoge la flor más bonita que El Padre haya puesto en algún rincón del mundo, y esa te la regalamos como prenda de nuestro sentir. Por favor perdona nuestra ausencia, pero año con año aprendemos más de nuestro error, y así como Juan, el apóstol más joven, queremos llevarte a nuestras casas para que habites Tú en ellas. Gracias por ser nuestra Madre, aún y con nuestro pecado y nuestra culpa. Entra en nuestras casas, entra en nuestras vidas, y, así como en la casa de Juan, comienza a barrer todo lo malo que encuentres, porque estamos listos para recibir a Jesús cuando regrese, pero en un lugar más limpio. Un lugar que Tu presencia haya limpiado. Te amamos todos.


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Lulú Garza

Lulú es Licenciada en Administración y tiene Maestría en Ingeniería. Ha pertenecido a la comunidad de servicio de distintos grupos parroquiales en donde ha trabajado con jóvenes, fue misionera, y parte del Equipo Base de Pastoral Diocesana de Adolescentes de Chihuahua. Actualmente cumple con su Misión de existir en su vocación: Su matrimonio!

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