Suena el despertador en la mañana.
Tuviste un fin de semana muy relajado y a quién no le pasa que nos cuesta un mundo levantarnos para ir a hacer frente al mundo.
Suena el despertador en la mañana. Es lunes. Después de tus miles de intentos por levantarte de la cama, al fin lo logras. Agradeces a Dios por un día más de vida (O quizá lo omites por la prisa que llevas por levantarte tarde).
Comienza tu rutina del día
Sales de tu casa, tomas el mismo camino para llegar a tu escuela o a tu trabajo, casi creo que te estacionas en el mismo lugar, te preparas un café y te alistas para comenzar tu jornada. Haces tus deberes en el trabajo o en la escuela, llega la hora de salida y te vas a casa a descansar y prepararte para el día de mañana.
Y así todos los días
Pero te has puesto a pensar, ¿Por qué soy especial haciendo lo que hago?, ¿Podrá alguien mejor que yo hacer mi trabajo u ocupar mi puesto en la escuela?, ¿Contribuyo con la humanidad haciendo mis deberes?
Déjame platicarte que soy maestra de preescolar y así como tú, llegaba a mi trabajo y siempre la misma rutina. Tengo a mi cargo a 30 niños y me enfoco en que día con día obtengan un aprendizaje. Pero un buen día al estarles repartiendo el material, uno de mis alumnos me miró y me dijo: “Maestra, gracias por estar aquí”…
Gracias por estar aquí
En caso de que nadie te lo haya dicho hoy, déjame devolverte las palabras de ese encantador alumno mío. “Gracias por estar aquí”. Gracias por dejar la comodidad de tu cama y decidir hacer frente a cada día. Gracias por echarle ganas en lo que haces porque tus conocimientos y habilidades ayudarán a mejorar este mundo aunque no te des cuenta de ello. Gracias porque aunque pases por desapercibido, tus acciones, por más pequeñas que sean son un reflejo importante para alguien.
Eres importante. Eres irremplazable. Eres único. Y, ¿sabes qué es lo mejor de todo? Que Dios te regala todos los días nuevas oportunidades para que saques siempre lo mejor de ti.
